Ventajas y beneficios de los productos ecológicos

España ya está entre los 10 países que consumen más productos ecológicos. Hace años que es primer productor de productos ecológicos de Europa y el sexto del mundo. Ante el auge de los productos ecológicos pueden surgir dudas sobre su verdadero valor. Pero los estudios sobre sus beneficios para la salud dan cada vez más argumentos a sus defensores, a quienes también mueven motivos éticos, sociales y medioambientales.

La producción ecológica responde a la demanda de alimentos naturales y sanos. Según una encuesta realizada para el gobierno español, el consumidor medio de productos ecológicos es joven, con hijos, una formación superior a la media y le interesa el efecto de los alimentos sobre su salud. Por eso busca alimentos con aval ecológico y si es posible producidos en su entorno. Los prefiere a los preparados o de marca conocida. Sin embargo, aún son pocas las personas que conocen todas las ventajas de estos alimentos.

No contienen plaguicidas

Es la ventaja más obvia. La agricultura convencional recurre a más de 400 plaguicidas, la mayoría de los cuales son probados alérgenos, neurotóxicos y cancerígenos. La mitad de las frutas y hortalizas que se consumen contienen algún residuo.

Las autoridades sanitarias aseguran que los residuos no rebasan los límites de seguridad, pero según la Oficina Estatal de Control Químico y Veterinario de Alemania se ingiere una media de 0,4 mg de plaguicidas por cada kilogramo de frutas u hortalizas.

Teniendo en cuenta los efectos acumulativos y cruzados, cada vez más expertos coinciden en que a largo plazo no existen dosis seguras, por muy bajas que sean. En lugar de plaguicidas sintéticos, el agricultor ecológico utiliza sustancias que ya existen como tales en la naturaleza (azufre, sulfato de cobre…), así como preparados a base de plantas.

Una tierra más viva

Junto a los sacos de plaguicidas se usan los de fertilizantes químicos a base de compuestos minerales (nitrógeno, fósforo, potasio…). Los agricultores ecológicos, en cambio, emplean compost elaborado con restos vegetales o estiércol.

Con estos fertilizantes orgánicos y mediante la rotación de cultivos y el descanso del suelo promueven la fertilidad natural de la tierra, en la que intervienen muchas sustancias y microorganismos. Un estudio suizo ha mostrado que la tierra de las granjas ecológicas posee más gusanos, artrópodos, hongos y bacterias que ayudan a las plantas a absorber más nutrientes.

Más vitaminas y minerales

También está demostrado que las frutas y hortalizas ecológicas son más ricas en nutrientes. Contienen más vitamina C, en un estudio financiado por la Unión Europea entre 2004 y 2009 midió hasta un 90% más de vitamina C en frutas y hortalizas.

Más nutrientes. En España, un equipo dirigido por Lola Raigón, ingeniera agrónoma y catedrática de Edafología y Química Agrícola de la Universidad de Valencia, halló en las verduras ecológicas una mayor concentración nutritiva: 25% más de potasio en lechugas, 14% más de calcio en tallos de hinojo, 16% más de hierro en judías, 20% de más de vitamina C en el zumo de naranja y 10% más en el pimiento verde.

Estas cifras se explican por las diferencias en los fertilizantes utilizados, la composición del suelo y la cosecha no prematura. No obstante, aún hay expertos que no lo reconocen amparándose en estudios contradictorios.

Gran poder antioxidante

Muchos vegetales aportan sustancias químicas que, sin ser nutrientes, poseen efectos antioxidantes saludables. La mayoría son flavonoides o ácidos orgánicos que las plantas crean para protegerse del sol o las plagas. En el cuerpo humano, estos compuestos actúan contra los radicales libres, que pueden dañar las células y favorecer el desarrollo de tumores.

Un sabor como el de antes

Una razón que lleva a consumir productos ecológicos es recuperar el sabor de antaño. “Los tomates no saben como antes”, se dice. Los ecológicos, en cambio, conservan su aroma.

No es magia: el uso de fertilizantes químicos aumenta la proporción de agua de los alimentos; en los ecológicos la proporción es menor y, por tanto, los agentes aromáticos están más concentrados. Los estudios de Lola Raigón lo constatan: los cítricos ecológicos poseen un 24% más de aceites esenciales, que además le sirven a la planta como defensa.

Por otro lado, los agricultores ecológicos suelen elegir variedades locales adaptadas al terreno o el clima, en lugar de las más resistentes o de crecimiento rápido. Y los alimentos, si se adquieren en la temporada, se cosechan maduros, por lo que no pasan por cámara.

Una dieta más variada

En una parada de productos ecológicos se encuentran a menudo hortalizas que no se ven en los supermercados: colirrábanos, patatas moradas, tupinambos, ensaladas silvestres… Estos alimentos enriquecen y alegran la dieta.

La variedad no es por capricho ni por llamar la atención, sino consecuencia de cómo se trabaja en una granja ecológica. En lugar de apostar todo a una carta (una planta que ocupe grandes extensiones) se cultiva una diversidad de especies y variedades para reducir el riesgo de plagas desastrosas.

Ingerir menos aditivos

Los alimentos bio solo pueden contener unos cuantos de los más de mil aditivos que usa la industria alimentaria: aditivos a base de extractos naturales. En cambio, la industria alimentaria convencional dispone de un arsenal para mejorar el sabor, la apariencia y la textura de los productos, alargar su conservación y abaratar costos.

Lo que podría parecer una ventaja no lo es tanto, pues muchos aditivos están bajo sospecha de tener efectos negativos sobre la salud, desde reacciones alérgicas e irritaciones hasta alteraciones del comportamiento como la hiperactividad infantil.

Freno al cambio climático

La producción de alimentos es responsable del 30% de las emisiones de CO2 a la atmósfera (al transporte se le atribuye la mitad). Este impacto se puede reducir, porque unos alimentos provocan más emisiones que otros. Además, elegir productos ecológicos reduce el impacto en una tercera parte, porque las granjas bio emiten menos CO2 y fijan más en el suelo y en la vegetación.

Inteligencia y previsión

Para producir alimentos ecológicos, los agricultores necesitan comprender a fondo cómo funciona la naturaleza y tratan de colaborar con ella en lugar de combatirla. Para ello tienen en cuenta tanto los conocimientos tradicionales como los últimos hallazgos científicos.

En vez de usar un insecticida químico crean las condiciones para que no aparezca la plaga. Otras estrategias son rotar cultivos, usar variedades bien adaptadas, intercalar plantas que repelen los insectos dañinos o recurrir a insectos depredadores y a trampas con feromonas. Estas medidas son tan eficaces que los agricultores convencionales las están incorporando poco a poco, lo que está permitiendo reducir el uso de plaguicidas.

Crear más trabajo

En España, el número de trabajadores en el sector agrícola ecológico aumenta un 20% cada año, incluidos los recientes de crisis. En tiempos de crisis y dominados por los movimientos internacionales de capitales e industrias, la agricultura ecológica puede ser uno de los ejes para un desarrollo alternativo sostenible.

Cercanía y desarrollo local

Los alimentos bio pueden consumirse lejos de su lugar de origen. En Suecia toman aceite de oliva ecológico español y aquí se bebe leche de avena sueca. Pero las personas con criterio ecológico se sienten más a gusto comprando productos cercanos, ya que el impacto ambiental del transporte es mucho menor.

Este requisito se puede cumplir sobre todo con las frutas y hortalizas de temporada. Pueden encontrarse en tiendas ecológicas y mercados municipales, pero muchos consumidores se organizan en cooperativas o grupos que compran directamente al agricultor.

La salud de los niños

Muchas personas se inician en la alimentación ecológica al tener su primer hijo, pues tienen como prioridad ofrecerle alimentos menos contaminados y más puros.

Hacen bien, porque el organismo de los niños es mucho más vulnerable a los tóxicos, sobre todo a los que afectan a los sistemas reproductor, nervioso e inmunitario. De hecho, esta vulnerabilidad ya existe en la gestación, por lo que las futuras madres también debieran planteárselo.